miércoles, 16 de marzo de 2011

MEGALOMANÍA ENERGÉTICA

Me ha resultado sumamente interesante el artículo (leído en la revista Energías Renovables) de Jordi Miralles, presidente de la Fundació Terra, en el que aporta sus reflexiones sobre los macroproyectos Desertec y Seatec (aquí tenéis el link), el primero, para suministrar un 15 % de la electricidad europea con centrales termosolares de bajo coste situadas en el desierto sahariano y, el otro, basado en la instalación de un banco de molinos de viento en el mar del Norte capaz de ofrecer suministro eléctrico a Europa con una potencia de hasta 100.000 MW. Os hago un resumen del mismo.

El nudo gordiano de estos proyectos está en la necesidad de financiar y construir "autopistas eléctricas" por todo el continente (superredes) de una dimensión nunca afrontada hasta la fecha. Y en la aceptación del mantenimiento de la gran generación centralizada, de interés para las grandes corporaciones energéticas, frente a la descentralización (en aras de la autonomía energética de cada usuario) al nivel de cada vivienda, edificio o punto de consumo . Y está por demostrar que efectivamente se pueda abaratar el precio de la electricidad hasta los niveles que los promotores de estos proyectos aventuran.

Esas macroideas dan seguridad a la ciudadanía e incluso dan lugar a que algunos grupos ecologistas importantes lo apoyen. Además, las superredes se venden como un sistema inteligente capaz de gestionar la energía, para que cuando falte en un sitio pueda llevarse desde otro. Es una idea de solidaridad que cualquiera puede defender. Pero lo que no se dice, es que con las actuales interconexiones europeas es suficiente para disponer de vías de trasvase de electricidad renovable descentralizada de una ciudad o región a otra.

Claro está, abro paréntesis, que las superredes en cuestión, financiadas con la garantía de los gobiernos, también serían un medio idóneo para impulsar nuevas centrales nucleares en el norte de África tal como apunta Francia para salvar su herencia atómica.

No debemos perder de vista nunca el papel que las renovables están llamadas a jugar como nuevo paradigma energético basado en la descentralización y el aprovechamiento local de los recursos energéticos, con eficiencia y gestión eficaz. Los megaproyectos alimentan el atraso en el cambio energético, amén de convertirse en una fosa multimillonaria del erario público, y hacen que se pierda el movimiento multitudinario de participación a un direccionamiento energético llevado a cabo por tecnócratas.

Lo que ocurre en realidad es que las grandes corporaciones están por aniquilar la idea de la autonomía energética cuya semilla crece con la brillante expansión de las energías renovables en la última década gracias a políticas adecuadas y del ejemplo dado por la ley alemana de las energías renovables.

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