lunes, 31 de enero de 2011

HACIA UN MODELO ENERGÉTICO SOSTENIBLE

La resolución o la respuesta a los problemas medioambientales, cuya progresión parece a día de hoy imparable, se plantean cada vez más como objetivo prioritario de las grandes corporaciones e instituciones mundiales; la frustración de las expectativas despertadas en el pasado por Kyoto y más recientemente por las cumbres de Copenhague y Cancún ha hecho saltar todas las alarmas y las cuestiones ambientales se sitúan ya al nivel de problemas como la seguridad ciudadana o el desempleo.

Es así que empiezan a asomar en el horizonte nuevos fenómenos como, por ejemplo, la “ecologización” de la economía europea que hace que ésta se oriente de manera significativa hacia la reconciliación entre el crecimiento económico y la protección medioambiental. Los gobiernos europeos están ya más o menos comprometidos a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, promover el desarrollo de fuentes alternativas de energía y potenciar el empleo verde.

Aunque de puertas adentro empiezan a aparecer dudas serias sobre el tema, España sigue siendo para gran parte del mundo un paraíso de las energías renovables, donde la creación de empleos “limpios” (hasta un millón - by ZP) pretende constituirse en el banderín de enganche para la recuperación económica y el nuevo modelo de desarrollo.

El uso masivo de las energías renovables, afianzado en una legislación estable que permita la inversión y la evolución tecnológica, resulta ser, pues, la apuesta ganadora en los nuevos modelos económicos según muchos informes relativos al desarrollo mundial en los próximos 30 ó 40 años. Se empieza a hablar ya en muchos foros de modelos energéticos con 100% de electricidad renovable para el año 2030 como algo deseable y también posible. Y ello en paralelo con la sensibilización social respecto a la necesidad de consumir menos energía, lograr sistemas más eficientes y compatibilizar todo ello con el funcionamiento de los ecosistemas.

A través de estas medidas se lograría alcanzar el fin último planteado: reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero en 2030 y al 80% en 2050 (con respecto al año 1990), lo que conllevaría un ahorro de la demanda energética global en el sector residencial y de servicios de un 46% en 2050 respecto a 2009.

El sector transporte consituye un elemento fundamental en este cambio de modelo: Debe pensarse en aumentos de la eficiencia del orden del 20% en 2020 respecto de la existente en el año 2000 para lo cual la extensión del vehículo eléctrico para el transporte de pasajeros y la potenciación del transporte ferroviario de mercancías resultan ser claves en este punto.

Este cambio sólo puede llegar como resultado de un conjunto coherente de políticas públicas e iniciativas privadas basadas en la plena concienciación de la sociedad civil. La formación y la información son finalmente las teclas a tocar con más énfasis para avanzar en la línea marcada.